De acuerdo con el informe La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe 2009 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), “Durante las últimas décadas, la industria automovilística mundial se expandió en forma continua gracias a la creciente demanda global, aunque en años recientes, la industria comenzó a evidenciar problemas estructurales complejos que fueron exacerbados por la crisis financiera de fines de 2008.
En la actualidad, Brasil y México concentran cerca del 90% de la producción latinoamericana de vehículos, en ambos países están presentes más o menos las mismas empresas transnacionales, “hay notables diferencias en términos de su especialización productiva y los mercados destinatarios de sus productos. Mientras que en Brasil predominan los fabricantes europeos orientados al mercado interno y subregional, en México la producción se sustenta, sobre todo, en empresas estadounidenses especializadas en vehículos medianos y grandes destinados a la exportación, en especial a América del Norte”.
Estas marcadas diferencias son la razón por la que los acontecimientos que sacudieron la industria automotriz internacional han golpeado de manera muy diferente a los dos principales productores de la región. “Por medio de estrategias que combinaban eficiencia, complementariedad y especialización, los fabricantes de vehículos aglutinaron la industria latinoamericana en tres áreas principales:
En primer término, una moderna plataforma productiva para la exportación al mercado norteamericano en México. En segundo lugar, bases productivas sustentadas en regímenes de integración y orientadas a abastecer los mercados internos de América del Sur, centradas en el MERCOSUR, sobre todo el Brasil. Por último, la Comunidad Andina, incluyendo a Colombia, el Ecuador y la República Bolivariana de Venezuela.
México: la dependencia del mercado norteamericano
Desde la apertura comercial en 1985 y, sobre todo, desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, la industria automotriz mexicana tiene una gran dependencia del mercado norteamericano, en especial de los Estados Unidos. De hecho, el comportamiento de la producción automotriz y, en particular, de las exportaciones ha tenido un vínculo directo con el desempeño de la economía estadounidense.
“La producción y la estructura productiva del sector automotor mexicano han experimentado un cambio significativo. Si bien este logro depende fundamentalmente de un sólo mercado —América del Norte— y se concentra más en las empresas ensambladoras de vehículos que en los fabricantes de autopartes, se espera que esta situación vaya cambiando de manera gradual.
“En un contexto de crisis, esto plantea al menos dos grandes retos: por un lado, estimular el mercado interno como una opción de crecimiento y, por el otro, transitar de una plataforma de exportación hacia la constitución de un centro de manufactura automotriz. Para ello, se requiere una política activa y una estrategia orientada a desarrollar los proveedores locales de autopartes e integrada a los circuitos internacionales.
Para brindar estabilidad a la industria automotriz regional es fundamental proteger y estimular el mercado interno. En el caso del Brasil, las perspectivas futuras de crecimiento de la producción y la demanda interna son optimistas. Por el contrario, México enfrenta dificultades estructurales —la falta de instituciones adecuadas que apliquen normas sobre los aspectos físicomecánicos, la emisión de contaminantes y la seguridad, la inexistencia de estímulos para la innovación tecnológica y el reemplazo vehicular, una estructura tributaria compleja y una gran oferta de vehículos importados usados— que requieren la pronta atención de las autoridades.